Él la coge a ella y la pone de frente al poste de la cama con las manos sobre la cabeza y le dice que no se mueva. Ambos están vestidos para bajar a comer y los están esperando, ella se lo señala, él dice que esperen y se agacha colándose bajo el vestido, para comenzar con el lavado del interiores , ella se derrite y piensa que le importa un cara** quien les esté esperando.
Entonces él se incorpora, reacomoda toda la ropa y le hace levantar una pierna hasta que la apoya en la cama y os podeis imaginar el resto Mientras están en ello, él le insiste en que admita que lo suyo es más que deseo, buscando una confesión de amor, y ella le dice que es lujuria

LA POSTURA ME ENCANTA!!!!!!!

—¿Es eso lo que deseas de verdad? —la rodeó con los brazos por la cintura, firmemente, mientras la hacía caminar hacia la cama, que estaba tras ella—. ¿Privacidad?
—Sí —susurró ella, mientras Edmond la apretaba contra uno de los gruesos postes del dosel.
Él le pasó las manos por la cintura mientras elevaba las caderas de forma que su er... le presionara el vientre. Sus labios se curvaron con una sonrisa de petulancia y Brianna se estremeció por instinto, a causa de las corrientes de placer que le estaban recorriendo el cuerpo.
—Puedes decir todas las mentiras que quieras, pero tu cuerpo siempre dirá la verdad.
—¿Y cuál es esa verdad?
—Que me deseas. Quieres que te desnude y te bese hasta el último centímetro de la piel. Quieres que te tienda en esta cama y me hunda dentro de ti.
Dios Santo… Brianna notó que le ardía la sangre.
—Por supuesto que sí —respondió con calma—. Es evidente que eres un experto en la seducción. ¿Cómo iba a resistirse una inocente como yo?
Por algún motivo, su actitud serena lo irritó. Era como si prefiriera que ella despotricara, y no que se mantuviera distante.
—Entiendo —le dijo.
Con una expresión peligrosamente tensa, Edmond hizo que se diera la vuelta entre sus brazos, y ella quedó de cara a la cama con él a la espalda. Mientras todavía estaba desconcertada por aquel movimiento, él le tomó las manos y se las colocó contra el poste, atrapándola con su cuerpo.
—¿Edmond?
Brianna luchó por liberarse las manos, no porque tuviera miedo de que él le hiciera daño, sino porque no quería verse más atrapada en su red de persuasión.
—No —le susurró él al oído—. Yo soy quien manda, ¿es que no te acuerdas?
—Pero… tenemos que bajar.
—La cena puede esperar —dijo Edmond, y le apretó las manos—. No te sueltes del poste.
—¿Qué vas a…?
A Brianna se le cortó la respiración al sentir que Edmond se arrodillaba tras ella,
y después, con un asombroso atrevimiento, se metía bajo sus faldas. Con los labios, trazó un camino abrasador por la parte trasera de sus muslos, hacia arriba, mientras le separaba las piernas con firmeza. Brianna apretó los dedos contra la madera del poste mientras se estremecía de puro gozo.
—Oh, Dios Santo…
—Es demasiado tarde para rezos —murmuró él, mordisqueándole la curva sensible de la nalga antes de darle a sus piernas un último tirón, con lo que fue capaz de encontrar el calor húmedo que estaba buscando.
Brianna emitió un grito ahogado mientras el cuerpo se le encogía de alegría y asombro. Había algo maravillosamente erótico en el hecho de estar completamente vestida mientras Edmond le hacía el amor con la l... y los di.....
Se le cerraron los ojos mientras se concentraba en la tensión cada vez más intensa que sentía en el fondo del estómago. Ya había aceptado que no podía librarse de su deseo por aquel hombre, así que, ¿por qué no disfrutar de lo que él pudiera ofrecerle?
Una y otra vez, él pasó la l.... por su punto más sensible, y de vez en cuando, la hundió por su abertura con una habilidad que hizo que Brianna se deslizara rápidamente hacia el cl...x.
Atento a los bajos gemidos de Brianna y a sus jadeos, Edmond se puso en pie de repente, le subió la falda del vestido y se abrió la cintura de los pantalones.
—No te sueltes del poste —le susurró, mientras, con una mano, hizo que subiera la pierna hasta que el pie de Brianna estuvo sobre el borde del colchón y ella quedó abierta y vulnerable.
Brianna esperaba que Edmond la tendiera en la cama, y miró hacia atrás, por encima del hombro, con confusión. El corazón se le aceleró al ver la pura determinación en sus rasgos morenos. Era como si él estuviera completamente concentrado en proporcionarle el mayor placer.
—No lo entiendo.
—Lo entenderás —le prometió Edmond, y deslizó la mano por la cara interior de su muslo justo cuando su er... le presionaba la abertura desde detrás.
—Oh.
Ella dejó caer la cabeza sobre su hombro, debilitada por el placer al sentir que él se hundía en su cuerpo de una embestida. Oh… había pensado que Edmond le había enseñado todo lo que había que saber sobre la pasión, pero era evidente que todavía tenía deliciosas lecciones que darle.
Brianna se agarró al poste para mantenerse en pie, puesto que le flaqueaban las rodillas, y gruñó cuando él le separó los pliegues con los dedos y la acarició al mismo ritmo que las feroces e inflexibles acometidas de sus caderas.
Sin duda, lady Aberlane estaba abajo, esperando sola en el salón, mientras los sirvientes vigilaban el reloj, pero en aquel momento a Brianna no le importaba. Que discurrieran sobre lo que ocurría y por qué motivo estaban ausentes Edmond y ella. En aquel momento, lo único que importaba era el éxtasis que esperaba en el horizonte.
Con un gemido ronco, Edmond enterró la cara en la curva del cuello de Brianna y le regó de besos la piel húmeda.
—Dime lo que sientes —le exigió—. Dime que esto es algo más que pasión.
—No.
—Dímelo, Brianna —repitió él, y siguió moviéndose cada vez más profundamente más rápidamente. Dímelo.
—Es… sólo… —su cuerpo se arqueó y ella, instintivamente, alzó los brazos para enterrar los dedos en su pelo mientras una dicha abrumadora le invadía el cuerpo—. Lujuria.