Sigo,

XX miró al cuchillo haciendo cortes y con cada golpe se encogía más y más. ¿Estaba segura con él? Sus manos temblaron. Su padre no lo hubiera contratado si pensaba que podría estar en peligro. ¿Verdad?
Si tan solo pudiera leer sus pensamientos tan fácilmente como parecía que leía los suyos.
—¿Alguna vez te quitas esas gafas?
—No.
Frunció los labios por esa breve respuesta.
—¿Te avergüenza tener los ojos como un ESPECIE? —persistió ella, intentando deducir las razones de por que las llevaba puestas.
XY gruñó.
—Nada sobre mi me molesta. Pero mis ojos parece que incomodan a todo el maldito mundo.
—¿Incluso a AMIGO?
El cuchillo golpeaba más ruidosamente.
—Sobre todo a AMIGO.
XX cuestionó sus palabras. ¿Por qué un ESPECIE podría sentirse incómodo por otro de su tipo? ¿Quién era este hombre que estaba en su casa? Comprendió que no averiguaría la respuesta ese día.
—Debo ir a vestirme —le dijo suavemente y abandonó la cocina.
Gracias, pensó XY. La parte baja del frente de su túnica le había causado un poco de incomodidad. Desde que la había visto en el estudio, la única cosa que realmente había notado eran las gotas diminutas de agua que se aferraban a la hendidura profunda de sus pechos.
Juró mantener a su mente concentrada en sus asuntos y no en el cuerpo de XX.

Me suena pero necesito otro cachito

¿Es paranormal, no? No recuerdo haberlo leído

Yo no tengo ni idea

yo ampoco,

me suena pero no recuerdo   tampoco haberla leido 

Un poco más.

—¿Por qué crees que no puedes ser amado?
Él se congeló.
—Es eso ¿no? —le preguntó ella, tentada de reírse por la absurda idea—. En algún lugar obtuviste la idea de que nadie podía amarte. ¡Bien, lo hago, y no voy a permitir que me abandones! —Sus ojos se abrieron espantados cuando comprendió lo que se había resbalado de su boca. Horrorizada por lo que había dicho, se mordió el labio. ¿De donde había salido eso?
XY se dio la vuelta despacio. Una gama de emociones fluctuaba por su cara cuando comprendió sus palabras. Una luz de esperanza chispeó en su interior, pero XX sabía que tenía que ir despacio. Cerrando el espacio entre ellos, le puso una mano en la mejilla. Él no se marchó.
—Te amo —le dijo XX con convicción, comprendiendo exactamente la razón por la cual había dicho esas palabras.
XY la ahuecó entre sus brazos, aplastándola contra él. Su mejilla se apretó contra su pecho y oyó el latido fuerte de su corazón, percibiendo el calor del cuerpo que la rodeaba. Sabía que nunca querría abandonar ese paraíso. En ese lugar estaba segura, allí era a donde pertenecía.
—Te necesito. —Su susurro lastimero la estremeció.
XX lo miró a los ojos, que estaban oscurecidos por la pasión y vio lo profundo que era su amor por ella.
—Déjame amarte XY —le suplicó.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella, la recogió del suelo y se dirigió hacia los escalones.
—Tu herida —jadeó ella, asustada de que se le abriera de nuevo.
—Estoy bien —le dijo. Y entonces la cosa más maravillosa pasó, él le sonrió.
XX lo miró fijamente boquiabierta.
—¡Tienes hoyuelos!
Al instante, su sonrisa desapareció.
—Lo sé.
—¡Son hermosos! —le sonrió XX—. Muéstramelos otra vez —le tocó la mejilla intentando que él le diera otra sonrisa.
XY la puso en la cama y se estiró encima de ella, esa presión contra el colchón la excitaba. El la miró fijamente a los ojos y le sonrió otra vez.
—Se siente raro —dijo XY después de un minuto—. Estoy seguro de que parezco un tonto.

no de acuerdo de que libro es

La Kenyon  Y si es así creo que no lo he leído aún.

Si es esa autora yo todavía no la he leido

Ni idea!!

Si, la autora es la Kenyon, pero debéis decir el nombre del libro.  
Como he dicho, el libro pertenece a una serie futurista.

Edito:
Veo que el juego no continua, así que diré que el libro es Nacido en la noche de Kenyon, y como no tengo tiempo de entrar en el foro, dejo el turno a quien quiera poner.

ups, y viendo que esto no avanzaba iba a ponerme a buscar esa serie e investigarla, pues nada, pongo entonces


Haciendo caso omiso de las miradas de curiosidad que se habían posado en él, A salió del salón en dirección a los jardines. Ni el dulce perfume de las fragantes rosas en el aire veraniego ni la luna llena, cuya luz teñía de plata el paisaje, lo pusieron de mejor humor ni relajaron sus agarrotados músculos. Algunas parejas paseaban por allí, conversando en voz baja, pero A, resuelto a disfrutar de unos minutos de paz, no les prestó atención.
No obstante, incluso mientras enfilaba un sendero muy bien cuidado, sabía en el fondo que esa paz estaba fuera de su alcance.
¿Adivinaría alguien la verdad? No, se respondió con decisión. Todos —C, R, su madre, el condenado país entero— creían que W había muerto como un héroe, y A estaba dispuesto a pagar cualquier precio por mantener viva esa ilusión, por proteger a su familia y la memoria de su hermano del desastre.
Pronto llegó a su destino, una zona privada rodeada por setos altos, en el borde exterior de los jardines. La visión del banco de piedra desocupado era la más reconfortante que había tenido esa noche. Un refugio.
Con un suspiro de alivio, se sentó y estiró las piernas, dispuesto a disfrutar de ese remanso de paz. Se llevó la mano al bolsillo para sacar su cigarrera dorada, pero se detuvo al oír un ruido procedente de los setos.
Los arbustos se separaron y A vio a una joven que intentaba abrirse paso entre ellos. Resollando y murmurando para sí, trataba en vano de liberarse de las ramas que se le habían enredado en el cabello y enganchado en el vestido.
A apretó los dientes y reprimió un juramento. Sabía que de nada serviría rezar para que ella se marchase. Últimamente sus plegarias no habían sido escuchadas muy a menudo.
La joven no cesaba de revolverse y barbotar en los arbustos. Debía de ser una mocosa que se había escabullido del baile para encontrarse clandestinamente con su amante. O tal vez se tratara de otra insensata en busca de un título y empeñada en llevarlo al altar. Incluso era posible que lo hubiese seguido hasta el jardín. Presa de la frustración, se levantó para marcharse.
—¡Maldición! —exclamó la joven, desesperada.
Tiró del vestido con impaciencia para desengancharlo del matorral, pero no lo logró. Entonces aferró la falda con las dos manos y estiró con todas sus fuerzas. Se oyó el inconfundible sonido de la tela al rasgarse.
Liberada repentinamente del aprisionamiento de los arbustos, salió disparada hacia delante y cayó de bruces sobre la hierba húmeda. A causa de la violencia de la caída, sus pulmones expulsaron todo el aire de golpe.
—Estos malditos vestidos de baile... —masculló, sacudiendo la cabeza como para aclararse la vista—. Acabaré matándome por su culpa.
A apretó los puños. Su primer impulso fue el de escapar antes de que ella reparase en su presencia, pero vaciló al verla en el suelo, inmóvil. Tal vez estuviese herida. Por mucho que lo sedujese la idea de dejarla ahí tirada para que se pudriese, no podía hacerlo. Esperaba que, si C se hiciese daño, alguien la ayudara... Aunque, por supuesto, su hermana jamás se pondría en una situación tan ridícula.
Tras maldecir su falta de determinación para marcharse, preguntó:
—¿Se encuentra bien?
La joven jadeó y alzó la cabeza. Fijó la mirada en los formales pantalones negros de él durante varios segundos antes de volver a descansar la cabeza sobre la hierba.
—Oh, Dios, ¿por qué ha tenido alguien que verme así?
—¿Se encuentra bien? —repitió él, esforzándose por contener la impaciencia.
—Sí, por supuesto. Siempre he gozado de una salud envidiable. Gracias por preguntar.
—¿Puedo ayudarla en algo?
—No, gracias. El orgullo me exige que salga por mi propio pie de esta situación que se suma a una larga lista de humillaciones.
Pero no se movió, y se hizo un silencio tenso.
—¿No piensa levantarse?
—No, creo que no. Pero de nuevo le agradezco que me lo pregunte.
A apretó los dientes hasta que le dolieron las mandíbulas, preguntándose cuánto champán habría trasegado la mocosa.
—¿Está achispada?
Ella alzó la cabeza unos centímetros.
—No lo sé. Pero supongo que es posible. ¿Qué quiere decir «achispada»?
Su peculiar acento le llamó la atención a pesar de su enfado.
—¿Americana?

Por poner algo... Sucedió en otoño de Lisa Kleypas

Una boda imprevista de  Jacquie D'Alessandro?  

no me suena

MissCherry escribió:

Una boda imprevista de  Jacquie D'Alessandro?  

Tu turno MissCherry

 Pienso y pongo, chicas

Aquí va

—¿Podría ayudarme con algunos de estos paquetes? Sé que debería haberlos hecho enviar a casa, pero estaba demasiado impaciente.
XY oyó el sonido de paquetes cambiando de manos, seguido de la voz del mayordomo.
—Señorita XX, debo informarle que tiene un visitante esperándola en el salón.
—¿Un visitante? ¿Yo? Qué raro. Debe ser uno de los VECINOS. Siempre he sido amistosa con ellos cuando estoy en Escocia, deben haberse enterado que estoy en la ciudad.
—No creo que sea de origen escocés, señorita.
—Realmente, entonces quién...
XY casi sonrió cuando su voz se alargó por la conmoción. Casi podía ver como se quedaba boquiabierta.
—Fue de lo más insistente, señorita —continuó MAYORDOMO—. Tengo su tarjeta justo aquí.
Hubo un largo silencio después del cual XX dijo finalmente:
—Por favor, dígale que no estoy disponible. —Su voz tembló en la última palabra, y luego se lanzó escaleras arriba.
XY salió al vestíbulo a zancadas justo a tiempo para chocar con MAYORDOMO, que probablemente se estaba regodeando con la idea de echarlo fuera.
—Ella no desea verlo, milord —canturreó el MAYORDOMO, no sin el más leve indicio de una sonrisa.
XY lo empujó para abrirse camino.
—Maldición si no lo hará.
—No lo creo, milord. —MAYORDOMO lo agarró de la chaqueta.
—Mire, amigo —dijo XY, tratando de sonar fríamente simpático, si tal cosa era posible—. No tengo inconveniente en golpearlo.
—Y yo no tengo inconveniente en golpearlo a usted.
XY examinó al hombre mayor con desdén.
—Salga de mi camino.
El MAYORDOMO cruzó los brazos y mantuvo su posición.
XY le frunció el ceño y le sacó la chaqueta de las manos de un tirón, luego caminó a zancadas hasta el pie de la escalera.
—¡XX! —Gritó—. ¡Baja ahora mismo! ¡Ahora mismo! Tenemos cosas que disc...
¡Thwack!
Buen Dios, el MAYORDOMO le había dado un puñetazo en la mandíbula. Aturdido, XY se acarició la piel.
—¿Está loco?
—No, para nada milord. Me tomo mi trabajo con mucha seriedad.
El MAYORDOMO había adoptado una posición de lucha con la soltura y la gracia de un profesional. Podías contar con XX para contratar a un MAYORDOMO entrenado para boxear.
—Mire —dijo XY en tono conciliador—. Necesito hablar con ella inmediatamente. Es de suma importancia. El honor de la dama está en juego.
¡Thwack!
XY se tambaleó por un segundo puñetazo.
—Eso, milord, es por implicar que la Señorita XX es algo menos que honorable.
XY entrecerró los ojos amenazadoramente pero decidió que no tendría ni la más mínima oportunidad contra el MAYORDOMO loco de XX, no cuando ya había estado en el extremo opuesto a dos golpes atontadores.
—Dígale a la Señorita XX —dijo mordazmente—, que regresaré, y será mejor que me reciba. —Salió de la casa y bajó los escalones dando furiosas zancadas.


Y hasta aquí puedo leer

Se que lo he leido, pero hace demasiado como para acordarme cual era

no me doy cuenta, pero me gusta el trocito puesto

Los diarios secretos de Miranda de Julia Quinn