Sinopsis

Kirkus Maximilian Burke, lord Dravenwood, siempre se ha comportado como un caballero perfecto y un hombre cabal, y se sentía orgulloso de ser la clase de prometido que toda madre querría para su hija. Pero cuando el canalla de su hermano le roba a la novia literalmente en el altar, Max decide que es más satisfactorio ser un juerguista que un gentilhombre.

Obligado a huir de Londres después de un duelo, Max se refugia en Cadgwyck Manor, una mansión de su propiedad ubicada en la solitaria costa de Cornualles, un lugar tan salvaje y encabritado como su temperamento. Allí se encuentra con la hostilidad de los sirvientes, encabezados por su ama de llaves, la sensata e inflexible Anne Spencer, y también con el fantasma que, según la leyenda del lugar, acosa la derruida mansión. Pero, finalmente, no es Angelica, la Dama Blanca de Cadgwyck, quien empieza a poblar los febriles sueños de Max, sino la misma Anne, su mortal enemiga.

Valoración:

Este libro es el segundo de la serie «Familia Burke», aunque se puede leer como independiente porque te pone en antecedentes de lo ocurrido y no se echa en falta haber leído el anterior, y sus protagonistas aparecen aquí como secundarios de manera esporádica. La historia de este libro tiene suficiente sustancia y el argumento se podría considerar independiente, incluso por el aire de misterio que rodea todo el argumento, casi es mejor conocer lo menos posible de Max e ir averiguándolo a la vez que conocemos al resto de personajes.

La novela, al contrario que suele ocurrir en las históricas, no se desarrolla ni en Londres, ni en bailes de salón ni en medio de los lujos habituales de la nobleza, sino que nos traslada a un paraje de  Cornualles, frío y misterioso, con acantilados abruptos y una mansión poco menos que en ruinas a la que llega el conde Maximiliam para alejarse de los rumores que sobre él circulan en Londres y olvidarse del desengaño amoroso sufrido tras el abandono, en el día de su boda, de su prometida para casarse con su hermano menor.

Cuando llega a su propiedad, Max se encuentra que el servicio, además de contar con poco personal, es un tanto atípico y no muy eficiente. Al frente se encuentra su ama de llaves, Anne, una mujer joven pero que encarna la típica persona estirada y rígida, que tiene con su señor una actitud bastante distante y que se esfuerza por desagradar al conde.

Además, nada más llegar, se entera de un misterioso fantasma, el de la hija de un propietario anterior, que se suicidó tirándose desde el acantilado, que se aparece y tiene aterrorizados a los habitantes del pueblo, siendo pocos los que se atreven a acercarse a la mansión.

Con un libro así, nada más empezarlo, me sentí bastante intrigada por la historia que, además de presentar muchos elementos de suspense, era algo diferente y original. Conforme avanza la lectura se va descubriendo la gran familia que forman todos los sirvientes y lo unidos que están en su confabulación para hacer que su señor abandone la casa.

El conde, lejos de sentirse contrariado y abandonar el castillo, se siente cada vez más atraído por el fantasma y sus misteriosas apariciones y, en lugar de alejarlo, lo atraen cada día más, hasta el punto de que parece sentirse enamorado de él mientras que cada vez se siente también más atraído por Anne.

Eso, quizás, ha sido lo que menos me ha gustado, ese trío que se forma entre Max, Anne y el fantasma de Angelica. En Anne se percibe como van cambiando sus sentimientos hacia Max conforme éste va desnudando su pasado y dejando entrever la clase de persona que es, un hombre consciente de sus limitaciones y, ante todo, un caballero que no ha tenido la vida tan fácil como podría parecer dada su posición social y riqueza.

Anne en ningún momento olvida la diferencia de clases sociales ni se hace ilusiones, por lo que se mantiene alejada del conde, en su papel de ama de llaves, pero mostrando en los pequeños detalles ese amor que va sintiendo por él.

Por su parte, Max se siente continuamente atraído por ambas mujeres, Anne y Angelica, la real y el fantasma, y pasa de mostrarse enamorado de una a otra continuamente. De Anne le atrae su naturaleza y carácter, la manera que tiene de afrontar la vida, su independencia y el ser una mujer capaz de hacerle frente, si lo cree necesario, sobre todo para defender a sus amigos y compañeros; mientras que por Angeline se siente a veces tan identificado que en sus sueños siente una atracción tal que parece que es el amor de su vida a pesar de no haberla conocido nunca.

Y esta es la mayor pega que le puedo poner a una novela que me ha parecido diferente, por momentos me parecía más una novela de misterio y de época que romántica por las situaciones de suspense, los fantasmas y el misterio que la rodea, pero no por ello menos interesante. Si bien, al final, queda claro que Max está muy enamorado de Anne, con algunas frases que se dicen muy bonitas con las que lo demuestra, antes hay algunas escenas que me hacen dudar de ese amor, convirtiendo al fantasma en una parte más de la relación.

Una novela diferente a las que he leído de esta autora, no es ni la mejor ni la peor y hará pasar unas horas de lectura entretenida, sobre todo si además de romance se busca algo de misterio y simplemente disfrutar de un rato de lectura.

Segunda entrega de la familia Burke. De de admitir que no tenía muchas intenciones de leerlo. La verdad es que el primero El placer de un beso me gustó tampoco, aún más, a mí, me pareció un libro bastante malo, que no siendo el primero de las últimas publicaciones de esta autora que no llegaba a la altura de lo que esta autora me tenía acostumbrada que la había dejado un poco de lado. «La tentación de una caricia» me ha reconciliado con ella. No voy a decir que sea una joya de esas que no olvidaré, pero, me ha parecido que volvía a encontrar a la Teresa Medeiros que últimamente estaba echando de menos.

Si os preguntáis si es necesario leer el primero diré que no. Ya he comentado que no me gustó y, si normalmente no suelo recordar mucho los detalles de los libros que me gustan, imaginaos las de que no me gustan. Ciertamente, Max aparece en el primer libro, pero más o menos se nos explica su comportamiento en él y creo, sinceramente, que es mejor partir de cero ya que, aparentemente, no fue el más ejemplar. ¿Para qué empezar la novela con manía al protagonista?  Yo me quedo mejor con la imagen de él que vemos en esta entrega.

Max está hastiado de la vida. Desde que fue abandonado en el altar por su prometida se ha dado a la juerga y ha perdido la compostura de la que antes se sentía orgulloso y el buen comportamiento que, como hijo de un duque, le ha venido por educación.

En esas condiciones llega a una de sus fincas, Cadgwyck Manor. Un hombre serio, estirado pero no snob y, desde luego, un hombre que engaña. A mí me ha parecido un cordero con piel de lobo. Es de los que gruñe, pero supongo que haber sido criado bajo la crueldad de su padre, ha hecho que aflore en él una humildad quizás no muy característica de los de su condición.

En varios pasajes de la novela se le define como un caballero andante y, es cierto, así es como lo veo yo. Quiere imponerse, pero hacen con él lo que quiere y, desde el principio, queda muy patente que no es él quien lleva la batuta. A mí no me ha parecido un gran libertino, todo lo contrario, como nos iré mostrando la autora a lo largo de la novela.

Anne Stuart es el ama de llaves. Es un personaje muy típico. Seria, no le gusta llamar la atención, exigente y estricta, más con ella misma que con el resto, no suelen ser excesivamente agraciadas o, mejor dicho, intentan esconderse tras unas sobrias y poco favorecedoras vestimentas.

Como suele pasar en este tipo de argumentos, la relación entre señor-ama de llaves será de lo más inusual. Ninguno de los dos sabrá estar en su sitio. A él le falta, en mi opinión, mano dura para imponerse − Vamos, que a mí en un hotel me tratan como a este buen hombre lo tratan en su propia casa y se arma la de San Quintín − En ese sentido, como ya he dicho,  al personaje le ha faltado un poco de credibilidad o le ha sobrado mucha paciencia. La señora Stuart, no podrá refrenar su lengua, comportándose bien poco como el ama de llaves que es. Su relación será siempre educada y distante, pero, ella, siempre intentará imponer su criterio y haciéndole la vida imposible con el único fin de que abandone la mansión.

Pero ninguno de los dos podrá evitar sentir mucha curiosidad por el otro ni, poco a poco, sentirse irremediablemente atraídos. Me gustan estas relaciones en las que sin necesidad de escenas de alto voltaje, la autora es capaz de transmitir al lector la química entre sus protagonistas.

El ambiente tétrico de la mansión es el lugar ideal para mantener un misterio, junto con el  variopinto conjunto de secundarios, todos importantes en la historia, que protagonizarán alguna que otra curiosa escena. De todos ellos, quiero destacar a Angelica Cadgwyck, quien desde la sombra tendrá un papel de lo más importante.

«La tentación de una caricia» es una lectura que me ha gustado. Tiene un par de detalles que me han parecido muy forzados pero, en su conjunto, es un buen cóctel de misterio, buenos personajes y una narración que mantiene atento al lector, hasta llegar a un final que sorprende, o quizás no tanto. 

Sobre el título, me gustaría comentar que prefiero el matiz del título en original. Es un detalle pequeño, pero muy significativo, porque en el título se habla de una caricia en general y en el título original «The temptation of your Touch» esa caricia tiene dueño