Volver a la calurosa y húmeda Magnolia, en Carolina del Sur, es lo último que Jordan Weston quiere hacer, pero la muerte de su abuela y la consiguiente plantación de la familia recibida en herencia implican una cosa: poder vender la propiedad y conseguir el dinero suficiente para poder alcanzar su sueño –abrir su propio teatro en Nueva York.

Así que no le queda más remedio que regresar al que fue su hogar y reencontrarse con Sam Tanner, al que se ve obligada a contratar para que repare la vieja finca, y del que estuvo enamorada en el instituto –cuando él era el “chico malo” y ella una simple adolescente en plena edad del pavo. Incluso llegó a besarla una vez, encendiendo sus fantasías juveniles, para luego reírse de ella cuando salió corriendo.

Y ahora, aunque Jordan tratará de resistirse a sus más que considerables encantos, Sam no la va a dar tregua ya que tiene bastante claro que esta vez ella no va a salir huyendo.

Bajo el ardiente sol de Carolina del Sur, su resolución de permanecer impasible ante Sam se va desvaneciendo y empieza a ceder al deseo que ese hombre le inspira. Después de todo, ¿por qué no darse unos cuantos revolcones de buen sexo con el chico malo de sus sueños mientras está en la calurosa Magnolia? Al fin y al cabo, cuando pueda vender la hacienda todo habrá terminado, regresará a Nueva York y se olvidará de Sam… siempre y cuando su corazón se lo permita y se olvide de sus estúpidas fantasías de adolescente.