Roderick Gidean Tremayne, el recientemente nombrado duque de Wentworth, nunca imaginó encontrarse en la ciudad de Nueva York siguiendo el rastro de un misterioso mapa. Y ciertamente, nunca hubiera esperado sufrir un accidente allí, del cual había despertado sin recuerdo alguno de quién era. Pero cuando había descubierto a la belleza pelirroja que se había impuesto la tarea de cuidarlo, de repente su memoria fue lo último que tuvo en mente.

Georgia Milton, la joven cabecilla de los famosos Cuarenta Ladrones de Nueva York se sentía responsable del hombre que había intentado recuperar su bolso de manos de un ladronzuelo. Sin embargo, nada la había preparado para la feroz pasión que él despertó en ella. Cuando el duque empezó a recuperar la memoria, el mundo entero de Georgia se vio amenazado, y Roderick tuvo que elegir entre la vida que había olvidado y la vida que nunca había sabido que existía.

Primer libro de la serie «Rumor».

Delilah Marvelle es una autora que me gusta mucho, porque siempre aporta detalles históricos interesantes a sus historias. En esta ocasión, los estilos de vida de un aristócrata inglés y una irlandesa de los bajos fondos chocan, y eso no sería algo distinto si no fuera porque no se encuentran en Londres, sino en Nueva York. Y ese cambio es algo que pocas veces me había encontrado.

La novela está dividida en tres partes, cada una corresponde a un momento de la relación de los protagonistas. Yo me quedo, sin duda, con la primera parte, que es considerablemente la más larga, cuando son dos desconocidos que aprenden a entenderse.

Georgia no pretendía hacerse cargo de un desconocido desmemoriado, pero como se siente culpable en cierta forma asume la situación, pues no se ve capaz de abandonarlo a su suerte. Es una chica bastante ingeniosa, como demuestran los divertidos diálogos que mantiene con Roderick y es fácil sentir cariño por ella.

Pero el personaje que me ha cautivado es Roderick.

De Roderick sabemos su nombre únicamente por la sinopsis, y es lo único que conocemos de él tanto los lectores como los protagonistas. En realidad, él cree que su nombre es Robinson Crusoe porque lo único que puede recordar son pasajes del popular libro de William Dafoe, y al confundir realidad y ficción cree que son momentos de su propia vida.

Esta forma de tratar la amnesia en una época en la que no se conocía gran cosa sobre el tema me ha parecido muy interesante. Retrata bien la confusión del protagonista así como la perplejidad de los demás.

Si a Georgia es alguien fácil de querer, Roderick lo es más todavía. Debe aprender a adaptarse a un mundo que no es el suyo sin recordar a dónde pertenece, pero tenemos fogonazos de su personalidad pasada porque son rasgos innatos en él. Ese hombre es un misterio, pero tierno y un gran corazón, al que he ido queriendo un poquito más a medida que avanzaba el libro e íbamos descubriendo quién es y qué le ha llevado a Nueva York.

La historia de amor es precipitada al principio, pero sin esas escenas no sería posible la historia, son momentos en que el romance parece forzado. Sobre todo al principio, cuando ellos no se conocen y Roderick —o Robinson, como él se hace llamar— busca pistas sobre su identidad y debe adaptarse a una vida que evidentemente no es la suya. Pero me ha parecido una historia tan tierna, casi un cuento de hadas, que puedo pasar por alto esos detalles, porque es una bonita historia.

Al recuperar la memoria la relación cambia completamente, pero no los sentimientos de los dos. Es emocionante el proceso de descubrimiento del protagonista, porque se nos va desvelando al mismo tiempo que al propio Roderick, junto a él desciframos esos flashes de su pasado.

Hay varios personajes secundarios que me han gustado, pero me quedo con el padre de Roderick. Sin olvidar al hijastro de Georgia, que realmente es como un hermano, porque es mayor que ella.

He comentado que la primera parte es la que más me ha gustado, las otras dos son bastante más rápidas, especialmente la última. El final es un poco precipitado porque la historia podía haberse alargado y ser más detallada.

Es una historia muy bonita, una revisión de «El príncipe y el mendigo» en clave romántica. Con unos personajes bien definidos para tratarse de una novela más bien corta, y un protagonista masculino que me ha ido enamorando a medida que se daba a conocer.