James, Lord Kirkland, es dueño de una flota naval, de la mitad de una casa de juegos de Londres y es un espía tremendamente despiadado. No suele permitirse excesos, excepto cuando se trata de la amable e indomable belleza de la que un día fue su mujer.

Laurel Herbert entregó su corazón a James desde muy jovencita... hasta que lo vio cometer un acto muy violento delante de ella. Esa misma noche abandonó a su marido, y él la dejó marchar sin protestar. Ahora, diez años después, un encuentro fortuito desata las pasiones y conlleva consecuencias que ninguno puede ignorar. No obstante, mientras ellos intentan reconstruir lo que estaba roto, deberán enfrentarse a enemigos comunes y a un amor muy poco común.

Sexto libro de la serie «Lores perdidos».

Ésta es una de las novelas históricas que más me ha gustado últimamente, aunque no sé si esto os dirá gran cosa, puesto que no se ha publicado demasiado sobre el tema recientemente —y no tan recientemente—. Pero de verdad que disfrutado mucho con este libro.

La ambientación se divide entre dos localizaciones: Bristol y Londres. La primera mitad, en Bristol, me ha parecido algo original, le ha dado un punto de inocencia, de bondad, la descripción de la labor que hacen Laurel y su hermano transmite ternura y calidez. Sin embrago, la parte de Londres se me ha quedado un poco corta porque me habría gustado ver más a los protagonistas en ese ambiente. Creo que al libro no le habrían sobrado un par de capítulos más en esa parte, pero a lo mejor sólo quería que la historia de Laurel y James durara un poco más.

Me gustan mucho las novelas de reencuentros, me encantan, y si se trata de reencuentros entre un matrimonio me gustan todavía más. Eso sí, diez años me parecen demasiados, creo que con la mitad de tiempo el efecto habría sido el mismo, pero es cierto que cuando todo ocurrió los dos eran muy jóvenes.

Laurel es un personaje que equilibra el deber y la independencia, podría decir que es una santa de día y una diablesa de noche, aunque eso sería algo extremo por ambos lados, pero sí que expresa la idea de su carácter. Si se tratara de otra novela pensaría que Laurel exageró en su reacción con James, que no le dio oportunidad de explicarse, que fue dura con él. Y quizá sea así, pero teniendo en cuenta su edad y sus creencias, en una persona que no había salido nunca de su casa campestre y conocía tan poco del mundo, no puedo decir que no entienda que se asustara, porque hay que situarse en el momento. También me parece interesante que se la muestre como una persona beata, porque creo que era algo más que habitual y rara vez me transmiten esa sensación las novelas sobre esta época.

James tiene virtudes que le hacen destacar y le dan un aire distinto al resto de aristócratas de las novelas, y aún más al resto de los espías. James es una combinación perfecta de esos dos mundos, un poco demasiado estricto consigo mismo tengo que añadir. Pero me ha gustado el personaje, su carácter, su valentía, su sensibilidad; no destaca por nada en concreto, pero sus cualidades son las de un héroe romántico.

La historia de amor es preciosa, se percibe desde el principio que los dos están enamorados desde que se conocieron y es el destino el que les vuelve a unir, pero es su amor y la pasión que comparten por la música lo que consolida su relación. Esas melodías a cuatro manos que comparten son tan intimas como un beso.

Si bien su reencuentro tiene algo de sorprendente y la forma en que tiene lugar lo es todavía más, no voy a pensar que es algo demasiado increíble, voy a pensar que es obra del destino caprichoso que se ha empeñado en unirlos. Como he disfrutado de la historia, los detalles no me importan.

Otra cosa que me ha gustado es la forma de mostrarnos cómo se conocieron y cómo se enamoraron, sin flashbacks directos, de una forma más sutil con sus recuerdos.

Los secundarios me han gustado mucho, son un poco demasiado buena gente, pero no me ha importado. Los amigos de James y, sobre todo, la forma en que los conoce Laurel me ha encantado, son unas escenas tiernas y divertidas. Me han dado ganas de leer sus historias, todas previas a ésta, porque, lo confieso, he empezado la serie por esta novela.

También me ha gustado la historia de la doncella de Laurel y el ayuda de cámara de James, muy dulce, y no me ha sobrado conocerla, algo que me pasa a menudo con las historias secundarias.

No suelo ser especialmente defensora de los epílogos, a veces me gustan y otras veces me sobran, pero cuando una novela es perfecta creo que no hacen falta. Sin embargo, agradezco que esta novela lo tenga, porque tiene un final bonito pero con un toque agridulce. Pero el epílogo me ha dejado con una sensación dulce para cerrar la historia, creo que era necesario y su contenido acertado. Un epílogo precioso además.

Es una novela muy bonita, sencilla, sí, y con algo de acción, pero con esta historia de amor entre Laurel y James no he echado en falta más complicaciones.