Afterburn. Atrévete... Aftershock. Arriésgate... - Sylvia Day

Darme cuenta de que seguía colada por Jax fue un mal trago. Solo había formado parte de mi vida cinco semanas, hacía dos años. Pero ahora había vuelto. Se había entrometido en un acuerdo de negocios que me había costado mucho conseguir. Y, Dios mío, estaba guapísimo. Sus ojos eran de un marrón tan oscuro que parecían casi negros. Rodeados por densas pestañas, eran de una intensidad impactante. ¿De veras me habían parecido alguna vez dulces y tiernos?

Jackson Rutledge no tenía nada de tierno. Era un hombre experimentado y cruel, hecho de una pasta muy dura. En ese momento comprendí cuánto deseaba desvelar el misterio de Jax. Tanto que no me importaba lo que fuera a costarme.

Jax estaba en su elemento en las altas esferas donde se mezclaban el glamour, el sexo y la riqueza. Pero esta vez yo conocía las reglas del juego. En el implacable mundo de los negocios imperaba una máxima por encima de todas: mantén cerca a tus enemigos, y a tus examantes, aún más cerca.


Empecemos con un dato tonto, pero que puede darnos ciertos indicativos de cómo va la cosa: cuando hay que hacer una crítica de una antología, lo habitual es que se reseñe cada una de las novelas individuales que la componen. Y esto son dos novelas, pero, francamente, paso muchísimo de escribir dos críticas.

A ver, no me entendáis mal. No es por capricho, o porque con esto de que llega el verano y el calor no apetece un cuerno devanarse los sesos para encontrar el modo de llegar a lo que puede considerarse una longitud decente para una crítica, y más para una crítica sobre una novela de apenas ciento veinte páginas. Si alguien puede hablar —en este caso escribir— durante horas sobre casi cualquier cosa, ésa debo ser yo. Pero también me habréis visto decir muchas veces que, si bien respeto el derecho de un autor a forrarse y sacar pasta de donde pueda, respeto mucho más el mío a no seguirle el juego. Y, en este caso, escribir dos reseñas sería entrar a saco en ese juego, reconociendo de forma implícita que hay dos novelas independientes, cuando, en realidad, no es así. Mi sensación es que la autora escribió toda la historia y después pensó que sacaría mucha más pasta vendiéndola como dos novelas, y cortó… Bueno, más o menos por la mitad. Así, sin más.

Dicho esto, debo reconocer que tampoco tengo muy claro qué contaros aunque haya decidido hacer una sola crítica. Y es que, como suele ocurrir con las novelas de Sylvia Day, ésta no pasa de intrascendente y entretenida. No sé si, debido a que mis últimas lecturas fueron realmente tóxicas, o a que ya estoy saturada y nada me sorprende, a pesar de que esta novela sigue —cómo no— el archiconocido cliché de la chica normalita que se enamora del millonario-ideal-de-la-muerte, pues no he tenido ganas de matar a nadie y me pasé una tarde amena leyéndola. Y eso a pesar de que —cómo no otra vez— él tiene un trauma que obstaculiza la relación. Y un montón de problemas con su familia. Y está acostumbrado a hacer su voluntad. Y… Bueno, lo de siempre. Por lo menos, a éste no le gusta jugar a la Barbie sumisa y el Ken dominante, pero es lo único que falta.

La historia no puede ser más típica: chica conoce chico y pasa con él cinco apasionantes semanas —cinco semanas, sí... Toda una vida—, en las que se enamora hasta las trancas; chico desaparece sin una sola palabra ni explicación ni nada que se le parezca; chico y chica se reencuentran profesionalmente tiempo después, y resulta que el chico tampoco ha olvidado nunca a la chica; y que la abandonó para protegerla; y todo eso; y, por supuesto, chico y chica, a pesar de los reiterativos «no, no», «ni loca, ni loca» de la chica, inician de nuevo la relación.

Sobre esa relación, dejadme decir que aplaudo a la jefa de la protagonista por su mente abierta, porque en cualquier lugar del mundo, si una empleada se acuesta con el tipo que está asociado con el que le está haciendo la puñeta a tu empresa, acaba en la cola del paro en menos tiempo del que se tarda en decir «divulgación de información confidencial». Pero en el universo de Sylvia Day eso no pasa, y es de agradecer que las jefas implacables y megapoderosas sean tan comprensivas con el amor y las relaciones cargadas de conflicto de intereses.

Y sí, es sarcasmo.

En fin, el caso es que empiezan esa relación y en el primer libro la cosa puede pasar —a pesar de tanto que sí, pero no—, pero en el segundo la cosa se vuelve un poco cargante. Todo es drama. Mucho drama. Muchísimo drama. Y todo son peleas y más peleas y abandonos y reencuentros que, invariablemente, acaban en la cama. Y eso en cien páginas escasas, así que calculad.

Él es... Bueno, él es el de siempre. El tío rico y atractivo que arrastra una tragedia en su pasado y que, como de costumbre, no dice ni palabra acerca de ella, así que cada vez que tiene una reacción absurda, tanto la protagonista como el lector piensan que es bipolar o que necesita con urgencia una terapia de control de la ira. Al final, después de mucho misterio —todo el que permiten doscientas páginas escasas— el chico se confiesa y hay llanto liberador y comprensión y promesas de amor eterno y todas esas cosas.

Y ella es… Bueno, una vez más, la de siempre. La chica normalita que quiere una oportunidad en su carrera, pero que se le olvida cuando aparece el chico y, desde entonces, toda su vida se centra en él. Por lo menos, ésta tiene un poco más de carácter que las habituales, y un par de hermanos como montañas de grandes que están ahí para evitar que se le olvide. A ella y, de paso, a él.

Y a pesar de todo esto, como suele pasar, no os voy a decir que no la leáis. Y es que es entretenida, no puedo negarlo. Como digo, son doscientas páginas escasas entre las dos novelas y se leen del tirón y sin ningún esfuerzo. Algún día entenderé por qué Sylvia Day consigue que siga leyéndola, a pesar de lo mucho que me quedo ojiplática con las tramas que se le pueden llegar a ocurrir y lo incoherentes que son la mayoría de ellas, y a pesar de que, hasta ahora, nunca le he leído un libro del que diga: «Sí, señor. Muy bueno». ¿Por qué? Pues ni idea. Quizá porque tiene un estilo ágil y un ritmo narrativo que se sigue sin problemas. Quizá porque, a pesar de lo mucho que se acerca a los arquetipos que detesto, nunca llega a caer de todo en ellos. Quizá porque la erótica últimamente es tan tóxica que consigue que se cumpla a la perfección lo de «En el país de los ciegos, el tuerto es el rey». Quizá porque soy así de inocente y sigo esperando que me sorprenda con algún libro del que, de verdad, de verdad, pueda decir que está genial.

Por lo que sea. El caso es que sigo leyéndola y calculo que seguiré algún tiempo más porque, quién sabe el motivo, me entretiene.

Espero que os entretenga a vosotras también y, si no es así, podéis quejaros si ha sido mi crítica las que os ha convencido para darle una oportunidad.

¡Gracias por la crítica DeDanna!

No he leído los relatos (salieron primero en formato digital), y tampoco pienso leerlos (estoy hasta el moño de la erótica), pero hay una razón muy tonta que me hace no querer leerlos: el apellido del protagonista.

Sí, lo sé, razón absurda donde la haya. Pero es que se trata del mismo apellido que el de Harry Rutledge, protagonista masculino de Tentación al anochecer, de Lisa Kleypas.... y LK son palabras mayores.

Así que no, no pienso leer esta historia porque LK no se merece que tenga en mi cabeza a uno de sus personajes masculinos (a los que suele bordar), mientras leo ésto   

Otro que no me apunto.-.. Bien     

Muchas gracias Danna     

Lo que me estoy ahorrando leyendo las críticas!!! En disgustos y dinero...    
Gracias Danna!!   

Yo con esta autora en histórica...aun...pero contemporánea mejor no   

Un besote

DeDanna escribió:

Sí, en histórica    Como la última del pirata, que ya no me acuerdo ni cómo se llamaba   

Y lo peor es que la leo, y me entretiene, pero luego lo pienso y me doy cuenta de lo surrealista que es siempre

Ese fue bastante malo      

Un besote

     

Un besote