me suena a uno de los demonios , de larissa     no lo recuerdo , puede ser , ufffffff ,

Yo ni idea  

Vas perdida, Uni... no es de Larissa Ione... un trocito más...

BUENORRO se teletransportó a un rincón y echó un vistazo.
No estaba allí.
No...
Por primera vez desde que había yacido tirado en el desierto deseando la muerte, quiso llorar de dolor.
Sin embargo, una vez que apareció por completo en la estancia, la vió surgir de entre las sombras, blandiendo en una mano el cuchillo del desayuno.
Al verla lo abrumaron el alivio y la alegría. Antes de darse cuenta de lo que hacía, la abrazó con fuerza contra su pecho.
MUJER se quedó de piedra al encontrarse aplastada contra el peto metálico de la armadura de BUENORRO. La única persona que la había abrazado así era TAL:
Cómo si fuera lo más valioso del mundo para él.
Incluso juraría que BUENORRO temblaba al abrazarla, aunque era imposible, claro. Una de sus manos le acariciaba la nuca, mientras la abrazaba con tanta fuerza por la cintura con el otro brazo que le costaba respirar.
A su lado era tan bajita que apenas le llegaba al pecho.
- Me estás... aplas...aplastando - Consigió decir a duras penas, jadeando.
Él le dió un último apretón, más fuerte todavía, antes de soltarla y separarse. El pánico se reflejaba en su mirada mientras la examinaba en busca de alguna herida.
- ¿Estás bien?
¡Joder, estaba preocupado de verdad!
Se preocupaba por ella.
- Pues... sí. ¿Qué pasa?
En ese momento BUENORRO se percató de que seguía tocándola. En cuanto lo hizo, se apartó del todo y retrocedió otro paso.
- Alguien nos ataca.
- ¿TAL?
- No lo sé.
Extendió el brazo para tocarle la cara, pero se detuvo justo antes de que sus dedos la rozaran.
Sin embargo, antes de que pudiera apartar dicha mano, MUJER se la cogió y se la apretó con fuerza.
- ¿Temías que me hubiera liberado?
BUENORRO compuso una de sus expresiones más feroces, con el ceño fruncido. Era tan amenazadora y letal que creyó que estaba enfadado con ella, que incluso podría hacerle daño.
- Temía que estuvieras herida.
BUENORRO no sabía por qué se lo había confesado. Era una debilidad que no debería poseer. Debería darle igual si vivía o si moría.
Sin embargo...
Haría cualquier cosa por mantenerla a salvo.

   

Me gusta    pero seguro que no lo he leído, me acordaría de algo así

      

Pues yo juraría que lo he leído, pero no sé dónde... y me da que me va a caer la cara de vergüenza por no acordarme      

Yo en ese aspecto estoy tranquila, porque se que no lo he leido 

ni idea

Os doy una pista, el protagonista está en mi MH 

"El guardian" de Kenyon

kadesh escribió:

"El guardian" de Kenyon

Ese mismo, Kad!!! te toca!!!     

—De acuerdo —dijo Madre—. Diga lo que diga, haréis lo que querréis. —Se dejó caer en el sofá—. Éste es mi salón y estoy muy cómoda aquí. Si queréis embarcaros en ese necio intercambio que los machos de vuestra especie entendéis por conversación, tendréis que hacerlo en otra parte.
     EL parpadeó sorprendido. Obviamente, la madre de Ella tenía mucho carácter.
     Hermano, con un gesto con la cabeza, le indicó a EL que le siguiera, y éste lo hizo.
     —Mi despacho está por aquí —dijo Hermano.
     —¿Tienes un despacho aquí?
     —Soy el cabeza de familia.
     —Claro —dijo EL—. Pero no vives aquí.
     Hermano se detuvo y miró muy serio a EL.
     —Te habrás dado cuenta de que mi posición como cabeza de familia conlleva seria responsabilidades.
     EL lo miró a los ojos.
     —¿Hablas de Ella?
     —Exacto.
     —Si no recuerdo mal —dijo EL—, a principios de semana tú mismo me dijiste que querías presentarnos.
     —¡Eso fue antes de pensar que podría interesarte!
     EL no dijo nada hasta que llegaron al despacho y Hermano cerró la puerta.
     —¿Y por qué dabas por sentado que no iba a interesarme?
     —¿Aparte de porque me has jurado mil veces que no quieres casarte? —dijo Hermano.
     En eso llevaba razón. Y a EL no le gustó.
     —Aparte de eso —dijo, algo malhumorado.
     Hermano parpadeó un par de veces y luego dijo:
     —Nadie está interesado en Ella. Al menos, nadie que nos parezca bien para casarse con ella.
     EL cruzó los brazos y se apoyó en la pared.
     —No la tienes en demasiada buena consideración, ¿no te par…?
     Antes de que pudiera terminar la frase, Hermano lo cogió por el cuello.
     —No te atrevas a insultar a mi hermana.
     Sin embargo, en sus viajes, EL había aprendido a defenderse y tan sólo le costaron dos segundos intercambiar posiciones.
     —No estaba insultando a tu hermano —dijo, con una malévola voz—. Te estaba insultando a ti.
     Hermano empezó a emitir unos extraños sonidos, así que EL lo soltó.
     —Además —dijo EL, frotándose las manos, Ella me explicó por qué no atrae a ningún pretendiente adecuado.
     —¿Ah sí? —dijo Hermano, con sorna.
     —Personalmente, creo que tiene que ver con tu forma de comportarte, tan primate, y la de tus hermanos. Sin embargo, ella dice que es porque todos la ven como a una amiga, y nadie se la imagina como una heroína romántica.
     Hermano hizo una larga pausa antes de decir:
     —Entiendo. —Y luego, tras otra pausa, añadió, pensativo—: Puede que tenga razón.
     EL no dijo nada, sólo observó a su amigo cómo intentaba solucionar todo eso. Al final, Hermano dijo:
     —Aún así, no me gusta verte olfateando alrededor suyo.
     —Madre mía, me haces parecer un perro y no un hombre.
     Hermano cruzó los brazos.
     —No te olvides que éramos del mismo grupo en Oxford. Sé exactamente lo que has hecho.
     —Por el amor de Dios, Hermano, ¡teníamos veinte años! Todos los hombres son unos imbéciles a esa edad. Además, sabes perfectamente que hab… hab…
     EL notó algo raro en la lengua, y tosió para camuflar el tartamudeo. Maldita sea. Le pasaba muy de vez en cuando, pero cuando lo hacía, siempre era cuando estaba enfadado o disgustado por algo. Si perdía el control de sus emociones, perdía el control de su habla. Era tan sencillo como eso.
     Y, desgraciadamente, episodios como ése sólo servían para hacer que se enfadara o se disgustara consigo mismo, y eso todavía acentuaba más el tartamudeo.
     Hermano lo miró fijamente.
     —¿Estás bien?
     EL asintió.
     —Me ha entrado un poco de polvo en el cuello —mintió.
     —¿Quieres que te pida un té?
     EL Volvió a asentir.
     No le apetecía mucho el té, pero supuso que era lo que uno tomaba en aquellas situaciones, si realmente le había entrado polvo en el cuelo.
     Hermano hizo sonar el timbre, se giró hacia EL y dijo:
     —¿Por dónde íbamos?
     EL tragó saliva, con la esperanza de poder controlar su ira.
     —Sólo quería decir que tú, mejor que nadie, sabes que al menos la mitad de mi reputación es falsa.
     —Sí, pero yo estaba allí en la mitad que es verdadera y, aunque no me importa que trates a Ella esporádicamente, no quiero que la cortejes.
     EL miró a su amigo, o como mínimo al hombre que creía que era su amigo, con incredulidad.
     —¿De verdad crees que seduciría a tu hermana?
     —No sé qué creer. Sé que casarte no entra en tus planes. Y sé que Ella sí quiere casarse. —Se encogió de hombros—. Honestamente, para mí ése es motivo suficiente para manteneros a cada uno en un lado de la pista de baile.
     EL suspiró. Aunque la actitud de Hermano lo irritaba, supuso que era totalmente comprensible e, incluso, plausible. Al fin y al cabo, él sólo intentaba hacer lo mejor para su hermana. A EL le costaba verse haciéndose cargo de alguien más que no fuera él pero pensó que, si tuviera una hermana, también sería terriblemente escrupuloso con quién la cortejaba.
     Entonces, alguien llamó a la puerta.
     —¡Adelante! —dijo Hermano.
     En lugar de la sirvienta con el té, apareció Ella.
     —Mamá me ha dicho que estabais de mal humor y que os dejara en paz, pero he pensado que tenía que venir a ver si alguno había matado al otro.
     —No— dijo Hermano, con una sonrisa—. Sólo unos estrangulamientos de nada.
     Ella no movió ni una pestaña, y eso decía mucho de ella.
     —¿Quién ha estrangulado a quién?
     —Yo lo estrangulé primero —dijo su hermano—, y luego él me devolvió el favor.
     —Ya lo veo —dijo ella, despacio—. Siento mucho haberme perdido la fiesta.
     EL o pudo evitar sonreír.
     —.......—dijo.
     Hermano se giró, furioso.
     —¿La llamas .......? —Se giró hacia su hermana—. ¿Le has dado permiso para utilizar tu nombre de pila?
     —Claro.
     —Pero…
     —Creo —interrumpió EL—, que deberíamos aclararlo todo.
     Ella asintió.
     —Creo que tienes razón. Y, si te acuerdas, ya te lo dije.
     —Es muy amable de tu parte mencionarlo —dijo EL.
     Ella sonrió, juguetona.
     —No pude evitarlo. Con cuatro hermanos, una siempre tiene que aprovechar la ocasión de decir “Ya te lo dije” cuando se presenta.
     EL miró a Ella y a Hermano.
     —No sé a cual de los dos compadezco más.
     —¿Qué demonios está pasando? —preguntó Hermano, y luego añadió—: y, para tu información, compadéceme a mí, porque soy mucho más amable como hermano que ella como hermana.
     —¡No es verdad!
     EL la ignoró y se centró en Hermano.
     —¿Quieres saber qué demonios está pasando? Pues escucha…

"El duque y yo" de Julia Quinn ?

  Es ese, Mau

Llegué tarde    Esa escena me encanta   

Sigo:

El tabernero negó con la cabeza.
—Generoso no significa bueno, muchacho. El antiguo lord repartía peniques cuando le placía, pero sin duda era uno de los malos. —Escupió en el suelo.
—Tenemos que esperar a la Dama Gris —dijo de forma autoritaria una anciana encorvada y canosa, con el pelo enmarañado y pequeños ojos negros.
B le acercó un taburete.
—¿Quién es la Dama Gris, abuela?
La abuela VIEJA descansó sus viejos huesos en el taburete con una señal de aprobación.
—Es la guardiana de este pueblo, B. Es el augurio de los buenos tiempos para la gente pobre como nosotros. Cuando la Dama Gris cabalga, el XY es uno de los buenos. No ha cabalgado en muchos años.
—Mi madre vio a la Dama Gris una vez, cuando era sólo una niña. Iba vestida de gris, cabalgando sobre un caballo blanco, al amanecer, confundiéndose entre la neblina —añadió el abuelo VIEJO.
—Cuando la Dama Gris cabalga, el XY es manso —le repitió la abuela.
El tabernero miró hacía el camino que había seguido el extraño y negó con la cabeza.
—No creo que ninguna dama, sea del color que sea, vaya a amansar a este lobo. Nunca había visto una mirada tan fría. Parecía el mismísimo demonio.
—Son los ojos de los XY —dijo el anciano—. El viejo UNO tenía esos ojos.
—¿UNO?
—¿Es que no sabes nada, muchacho? UNO fue el primer lord de XXXX, llegó con el Conquistador. Un hombre temible y mortal ese UNO, con una mirada dura y dorada, capaz de congelarle la sangre a cualquier hombre. —Se apoyó en la pared y siguió hablando—. Se acerca una tormenta. Lo noto en los huesos.

no me suena

El beso perfecto de Anne Gracie.  

ese no lo he leído...

pricesa escribió:

El beso perfecto de Anne Gracie.  

Muy bien!!!   tu turno...

Sigo:

Lady XX desmenuzó varias hojas dentro del cuenco y luego abrió el segundo paquete, que contenía hojas más pequeñas. Cuando las aplastó entre sus manos, soltaron un aroma familiar.
-¿Menta? -preguntó XY.
-Poleo. La otra era hisopo. Son excelentes para las heridas de este tipo. -Removió las hierbas con los dedos en el interior de la miel y la sal, extendió la mezcla sobre una tira de tela y la colocó sobre la herida en la cadera de HermanoXY.
HermanoXY gimió cuando apretó con suavidad el emplasto.
-Tranquilo -dijo XY, dando una palmadita en el hombro de su hermano.
Mientras lady XX continuaba aplicando el emplasto, aquel cabello desordenado suyo no dejaba de interponerse en el camino; cada movimiento de ella parecía empeorar las cosas. Levantó una mano para sujetarlo detrás de las orejas pero sus dedos estaban embadurnados de la mezcla verdusca de las hierbas.
-OTRA -dijo sin retirar la vista de su labor-, ¿te importaría recogerme el pelo? Al no obtener respuesta alguna de la robusta doncella que había estado revoloteando tan cerca y a la que ahora no se veía por ningún lado, soltó un leve gruñido de exasperación.
XY se llevó la mano detrás de la nuca y soltó la larga tira de cuero de su propia cola. Lady XX le observó con cautela por el rabillo del ojo mientras él se arrodillaba tras ella, deslizaba la correa entre sus dientes y empezaba a recogerle el pelo.
Era perfectamente liso y escurridizo por su suavidad; no era de extrañar que resultara tan poco dócil. Él lo dividió en tres secciones, peinó con los dedos los mechones bruñidos para separar los pequeños enredones, y luego empezó a entretejerlas. Sus nudillos rozaron el largo cuello de ella, tan suave como piel de melocotón, y cálido. Podría haber evitado este contacto pero, en vez de ello, dejó que el dorso de
su mano la acariciara, una y otra vez, mientras le trenzaba lentamente el pelo.
Resultaba singularmente reconfortante tocarla de este modo, era como acariciar un gatito.
La piel de la parte superior de la espalda era especialmente suave, una película de satén cálido sobre los delicados huesos de su espalda. En ese trozo de piel apreció una leve piel de gallina mientras él continuaba trenzando el pelo hacia abajo, y la respiración de ella se aceleró siguiendo el ritmo de la de él. Se sintió decepcionado con el primer contacto áspero de la bata de lana.
«Pronto será tu esposa -pensó-, y entonces tal vez puedas hacer más cosas que
trenzarle el pelo.»

Ni idea!!!   Pero me interesa...   

Sí, yo también quiero saberlo    

Yo también