Alainna es la última esperanza de los MacLaren, un clan diezmado por las guerras y la enfermedad que se enfrenta a un incierto futuro en las ásperas Tierras Altas de Escocia. La doncella de piedra que, según la leyenda, protege a los MacLaren está a punto de perder su poder. El hechizo se desvanece, pero Alainna conserva la fe y el coraje, y hará cualquier cosa para asegurar el futuro de los suyos.

EN BUSCA DE UN SUEÑO

El dorado guerrero que Alainna vio en sueños sólo había sido una bonita ilusión. Corren tiempos duros para los orgullosos MacLaren, y Alainna acude a menudo a la doncella de piedra en busca de inspiración. Ansía encontrar un caballero noble y valiente como el de su sueño, un hombre de sangre celta que se gane su amor y el respeto de su pueblo. No está dispuesta a ceder a las pretensiones del cruel Cormac MacNechtan, pero tampoco puede acceder a casarse con Sebastien Le Bret, el caballero normando que el rey ha designado para protegerla.

ENTRE EL AMOR Y LA AMBICIÓN

Sebastien le Bret tenía otros planes para su vida. Había acudido a Escocia en busca de tierras y títulos, y estaba a punto de conseguir todo aquello que siempre había ambicionado. ¿Debe renunciar ahora a sus proyectos? En el fondo de su corazón sabe que no puede abandonar a Alainna y a los miembros del clan MacLaren. Ha cantado con ellos junto al fuego del hogar, con ellos ha luchado contra lobos hambrientos, ha compartido su comida y su bebida. Pero sobre todo ha probado los labios de Alainna MacLaren, la doncella de espléndida cabellera, la joven que hará cualquier cosa para que su clan perdure...

Conall Mackintosh tenía buen ojo para las mujeres y el corazón puesto en los viajes. Cuando su señor le propuso la misión de firmar un acuerdo comercial con el clan Dunbar, el aventurero no pudo decirle que no ni a su hermano ni a la recompensa que obtendría por un trabajo bien hecho.
A orillas del lago Drurie, Conall conoció al “señor” del clan Dunbar, una muchacha descarada de cabellera rojiza y falda remangada por la rodilla. Mairi Dunbar había cuidado bien de su gente tras la muerte de su padre. No era ninguna boba, y podía hacer un trato con el clan Mackintosh perfectamente, aunque Conall no sabía si besarla o estrangularla. Lo cierto era que cuando el gran viajero se miró en sus ojos, descubrió algo que no había visto en ningún lugar del mundo.