me lo sé, me lo sé; Es La carta de la Discordia de Elaine Coffman

Y qué tal está el libro Lo tengo, pero no lo he leído

Yo ni siquiera sabía de su existencia

pipa7581 escribió:

me lo sé, me lo sé; Es La carta de la Discordia de Elaine Coffman

Sí Pipa ese es . Tu turno

Yo lo he leído hace un par de años y la verdad me gustó mucho. Lo malo es que es parte de una saga
de 7 libros y sólo hay traducidos al español 2 de ellos, que son el segundo y tercero

Como odio eso!!!!!! Dejar así las sagas esta del asco

Creo que ya me lo habían recomendado a éste libro... tendría que mirar la lista...

Itzy escribió:

Como odio eso!!!!!! Dejar así las sagas esta del asco

Sí un asco total Y la verdad no creo que los traduzcan ya. Son libros de los años 90.
Aunque
de algunas escritoras como Catherine Anderson que también son libros de
esa época sí los están traduciendo. Pero con esta saga lo veo muy
difícil

Que mal....

Maryss yo también checare en la lista igual y si lo tengo y ni me acuerdo

Bueno pues ahí va mi cacho:



HEREDERA estaba arremetiendo contra él, y ella lo sabía.

La frente de ATORMENTADO se arrugó por la frustración o la preocupación, HEREDERA no sabía con total seguridad por cuál de las dos cosas.

—No vaya, HEREDERA.

—¿Por qué no?

—Porque es un tramposo y nada más la quiere por su dinero.

Ella sabía que él no pretendía insultarla, pero fue un ataque directo contra su orgullo.

—¿No cree que es posible que me encuentre moderadamente interesante?

—HEREDERA, no.

—¿No, qué? ¿Que no piense en mi propio futuro? Puede que él no sea perfecto, y quizá sea un navegante incompetente que no sepa la diferencia entre babor y estribor, pero por lo menos me está ofreciendo algo; un compromiso, una vida, hijos. ¿Y a usted qué más le da? No quiere ninguna de esas cosas.

—Lo que no quiero es verla conformarse con menos de lo que merece.

—¿Y qué merezco exactamente? —preguntó ella con despecho y acritud.

—Un marido que la ame.

A HEREDERA se le quedaron los pulmones sin aire. También era lo que ella quería, más que cualquier otra cosa en el mundo, pero quería que ese marido fuese él; el único hombre al que había amado. Y que siempre amaría.

—Bueno, eso es lo que yo también quiero —repuso ella. —Me he dado cuenta ahora de eso. —Era cierto. Todo ello. Hasta la última palabra.

ATORMENTADO permaneció de pie frente a ella sin decir nada, sin hacer nada. Se limitó a mirarla fijamente, sus ojos oscuros, su frente fruncida por la tensión.

Todos los músculos del cuerpo de HEREDERA se contrajeron con un anhelo que deseó no sentir. Lo único que quería hacer era arrojarse en sus brazos y oírle decir que lo sentía, que estaba equivocado y que la amaba y quería estar con ella. Quería que él le prohibiera salir a navegar con TRAMPOSO mañana, porque le pertenecía a él y sólo a él.

Pero ATORMENTADO no dijo ninguna de esas cosas. Bajó la mirada hacia el suelo. Cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz.

—No puedo hacer esto, HEREDERA. Tengo una regata que ganar, una tripulación que depende de mí. Llevo toda la semana haciéndoles poco caso, y...

—No me dé explicaciones —replicó ella, recuperando su dignidad aunque se le estaba partiendo el corazón. —Habíamos pactado que sería pasajero, y ha sido maravilloso mientras ha durado, pero ahora es un buen momento para terminarlo antes de que lo estropeemos. Si no lo hemos estropeado ya.

ATORMENTADO levantó la vista rápidamente.

—Nada podría estropearlo nunca.

Él continuó de pie junto a su puerta con una mirada de disculpa no expresada en sus ojos, y aunque ella sabía que a su manera él la quería, la destrozaba saber que no quería más. Que no podía amarla como ella lo amaba a él.

—Buenas noches, HEREDERA —le deseó, y se marchó.

me suena...

A mi no mucho la verdad

Yo estoy casi segura de no haberlo leido

Lo sé lo sé!!! "Rendida a un canalla" de... Mc Lean?

Otro que no conocía

Nía escribió:

Lo sé lo sé!!! "Rendida a un canalla" de... Mc Lean?

Claro Nía, te toca

Ya decía yo que no lo había leido

Este y el anterior nunca los había escuchado.
y se ven interesantes.

Yo llevo por lo menos un mes que no conozco ninguno de los que ponen (y gracias a eso mi lista de pendientes a subido mucho), el unico que me sabia era el de su secreta fantasís, pero llegue tarde

Estamos igual, espero conocer el próximo

Mañana me pongo, vale? En el siguiente voy a procurar que sea de los conocidos... y con sus añitos...

yo ratos no conozco ni a las autoras

Nía escribió:

Mañana me pongo, vale? En el siguiente voy a procurar que sea de los conocidos... y con sus añitos...

Me pasa lo mismo May

Bueno, allá vamos, es Histórica... y, creo, se publicó allá por el 2005...

Citación :

No dijo nada, estiró la mano y dobló los dedos de nuevo hasta
formar un puño. Notaba el brazo pesado, como dormido, y un escozor que le recorría
los huesos de los dedos.


—Los nombres de tus padrinos —dijo S. en tono más alto
y con más agresividad—. Quiero sus nombres.


—D. Y el coronel F. —Era inevitable. Pero le sorprendió
sentirse tan raro.


Mientras se miraban, el reloj marcó otros diez segundos.


—¡Fuera de mi casa, canalla!


Fue un grito casi ahogado. S. tenía el rostro tan encendido,
estaba tan congestionado, que C. pensó que estaba a punto de reventar y de
caer al suelo presa de una apoplejía.


—Está bien —respondió sin alterarse.


Bajó por la escalera y pasó al lado del otro hombre con movimientos
deliberadamente contenidos. S, con todo derecho, sentía deseos de matarlo,
pero C. no tenía la más mínima intención de ser la causa de que aquel hombre
se desplomara y cayese muerto en su propio vestíbulo.


Además, necesitaba respirar aire fresco. Se sentía ebrio. Al
abrir la puerta, la mano derecha seguía torpe y entumecida. Cerró con la izquierda,
trastabilló, y tambaleándose se apoyó en la barandilla de la entrada.


La luna estaba llena e iluminaba el manto de niebla que cubría
el fondo de la calle: una niebla azulada, en contraste con la negrura de las fachadas,
que se elevaba lentamente. Christian seguía sujetándose a la barandilla. No cabía
duda, algo extraño le sucedía. Notaba náuseas y mareo y… se sentía raro. El pensamiento
alocado de que lo habían envenenado se adueñó de su mente.


¿E.? El chocolate. ¿Sería capaz E. de envenenarlo? ¿Con
qué motivo haría semejante cosa?


El corazón le latía acelerado; tragó saliva varias veces en un
intento de aquietarlo, de pensar.


Pasado un tiempo, soltó la barandilla. El aire fresco de la noche
pareció darle fuerzas. Tomó unas cuantas bocanadas y le pareció recobrarse. Al pie
de la escalera de entrada a la casa vislumbró un bulto negro; lo escudriñó y vio
que se trataba de su sombrero.


Bajó los peldaños, pasó al lado del bulto y recordó de nuevo
que era su sombrero. El carruaje le esperaba dos calles más abajo. Miró con incertidumbre
hacia el sombrero y siguió adelante. No se le ocurría ninguna razón para que E.
lo envenenase y eso le molestó bastante. Pero ahora, al andar, se sentía mejor.
Las cosas se ponían en su sitio. Cuando llegó a la altura de su cupé, el cochero
bajó con rapidez del pescante y le abrió la puerta.

Flores en la tormenta de Laura Kinsale