Tercer libro de la serie «Herederas americanas».

Laura Lee Guhrke es sinónimo de calidad y su forma de escribir, sencilla y elegante, es reconocida y aclamada casi por unanimidad dentro del género romántico. Pero, si tuviera que hacer una lista con mis novelas favoritas de esta autora, «El beso ardiente» no estaría entre ellas. Y no sólo porque suele dejar el listón bien alto.

Hace tiempo que tengo la impresión de que Laura Lee Guhrke escribe sus novelas a partir de una escena y de ahí parten los argumentos de sus libros. Y después de leer varios de ellos pueden verse patrones, similitudes en la forma de actuar de sus personajes o en las situaciones que la autora plantea.

En este caso como escena crucial tenemos un beso, un beso entre dos desconocidos que marca su destino a partir de entonces. Ese beso provoca una persecución, un juego del gato y el ratón entre un seductor y una dama que no quiere ser seducida, pero que ya lo ha sido sin darse cuenta. Quizás este juego de seducción resulta demasiado largo, lo cierto es que pensaba que la trama tomaría un cariz distinto.

Escenas que se alargan demasiado y obstáculos que se dejan atrás demasiado deprisa han sido parte del problema de esta novela. Eso, unido a una falta de química entre la pareja protagonista, ha hecho que el libro tuviera poca sustancia. Si bien es cierto que ha empezado siendo entretenido, los dos últimos capítulos, que es donde estaba la «chicha» se me han hecho eternos.

Linnet es una heredera americana que no quiere saber nada de nobles ingleses después de una mala experiencia, pero su destino está sellado. Soy consciente de que esta chica tiene toda la razón y todo el derecho a enfadarse, pero su rechazo a Jack se alarga tanto que he acabado tildándola de terca. Da la impresión de que su personalidad está en un intervalo entre una época histórica y una contemporánea, porque unas décadas antes su voz no habría sido escuchada como lo es aquí. En ese sentido es una mujer fuerte, valiente e instruida que no quiere ser un simple florero de decoración.

De Jack me han gustado su extrema lealtad y su perseverancia, a pesar de que en gran parte del libro no entendía porque insistía tanto en conseguir a Linnet. No quiere doblegarse para conseguir lo que desea y quiere demostrar que no es un cazafortunas como su hermano o su padre, tampoco va a quedarse sentado mientras se le adelantan y utiliza todas las armas a su alcance. Por una parte ha sido entretenido ver su ingenio a la hora de espantar a otros pretendientes, pero a la vez algunas de su actitud me ha repelido, como a la hora de utilizar la mimsa táctica que John Hammond —donde aquél usó mermelada, Jack recurre a los muffins—.

El romance es la parte menos creíble porque todo nace a raíz de un beso bastante casto, pero que resulta desastroso en cuanto a las consecuencias. Me cuesta creer que en tales circunstancias y en tan poco tiempo se enamoren y que los sentimientos de Linnet pasen del desprecio al amor. A la pareja le ha faltado la chispa que tienen otros protagonistas de la autora.

Aunque los personajes secundarios son importantes al principio de la novela, sobre todo porque Jack ayuda a concluir un tema que pertenece a la novela anterior, después tienen poca presencia, excepto la casamentera Belinda.

El final ha sido precipitado después de tanto rechazo de Linnet. El último obstáculo, que podía haber sido un malentendido importante en la trama, se acaba solucionando fácilmente, tanto que resulta un poco abrupto tras el desarrollo lento que ha tenido la historia.

A pesar de ser una de las novelas más flojas de Laura Lee Guhrke que he leído, sí que me ha entretenido en general y tiene algunos momentos cómicos y alguna escena tierna.