Un lugar escondido – Robyn Carr
SinopsisTras convertirse en testigo involuntario de un crimen violento, Conner Danson se vio obligado a abandonar Sacramento y ocultarse hasta que concluyera el juicio. Fue así como, resentido y con el corazón destrozado, llegó al pueblecito de montaña de Virgin River. Leslie Petruso tampoco quería abandonar su pueblo natal, pero no podía soportar ni un momento más que su exmarido fuera contando a los cuatro vientos que su nueva esposa y su inminente paternidad eran lo mejor que le había pasado nunca. Virgin River tal vez no fuera su hogar, pero al menos allí nadie la conocía.
Ni Conner ni Leslie buscaban embarcarse en una nueva relación de pareja, hasta que se conocieron. No podían negar que tenían mucho en común. Entre otras cosas, un corazón roto. Y en Virgin River nadie podía escapar mucho tiempo al influjo de la vida y del amor.
ValoraciónDecimoséptimo libro de la saga «Virgin River».
Como siempre tengo cosas buenas que decir sobre estos libros, hoy voy a hablar de lo que he echado de menos en éste.
«Un lugar escondido» es un libro que, si te han gustado los anteriores, éste también te va a gustar. Así que por ahí, nada nuevo a decir. Es una de esas cosas que en realidad me sorprenden. Que conste que esto ya había oído que pasaba: el hecho de que los libros de una autora sean similares y, aun así, te sigan gustando todos. Prácticamente todos los libros de esta serie siguen el mismo patrón: pareja que llega a Virgin River por equis motivo —que normalmente suele ser escapar de determinado problema de su vida—, se encuentran, se sienten atraídos, se llevan estupendamente y acaban enamorados según van pasando su estancia temporal allí que al final se convierte en perpetua. Y teniendo en cuenta lo que me gusta la variedad, me llama la atención que esta saga me siga gustando tanto. He dejado sagas con libros semejantes al llegar al quinto y rallarme, pero con ésta no me pasa. Sorpresas que se lleva una.
Así que por este lado, siempre me queda felicitar a la autora por hacerme saber que un libro de esta saga, siempre es una apuesta segura. Pero como decía, voy a hablar de lo que he echado de menos. Al principio de la saga, Robyn Carr entraba en más detalle sobre el problema que les llevaba a Virgin River. Era un problema con el que llegaban y que, por regla general, acababa alcanzándoles en el pequeño pueblecito perdido entre las montañas. Últimamente veo que el problema que les lleva allí, es más una excusa para que aparezcan allí que un verdadero problema. Que no se me entienda mal: suelen ser cosas gordas —por ejemplo, en este libro, Conner es un testigo protegido al que le han amenazado—. Pero aunque sí que lo mencionan de vez en cuando por la historia, al final, suele ser algo que aparece al principio y al final de la novela. Como digo, una excusa para que acaben en Virgin River.
La verdad es que me habría gustado más suspense en este libro. Conner es el único testigo de un asesinato; un asesinato perpetrado por un hombre rico e influyente que bien podría haberle buscado —o hecho buscar— y matado. Pero de esto a penas nos enteramos. De lo que nos enteramos es de las consecuencias que tiene el haber tenido que alejarse de su familia, pero no hay nada de intriga, en realidad. Y eso, como digo, lo he echado de menos. Creo que le podría haber sacado más jugo a esto, pero ya digo que desde hace un tiempo sí que noto que el «problema» que les hace llegar a Virgin River es más la excusa para acabar allí que otra cosa.
Sobre los personajes, un poco lo de siempre. Tanto Conner como Leslie llegan al pueblo escapando de su vida. Leslie es una mujer que sufre las consecuencias de un divorcio. Pero son consecuencias curiosas. Su exmarido se empeña en ser su mejor amigo, cuando es evidente que Leslie está muy resentida y no quiere saber nada de él. Y como él le da la tabarra, al final ella decide marcharse a un sitio tranquilo donde su ex no la encuentre. Aunque no hemos visto realmente la evolución de este personaje, sí que podemos enterarnos con lo que nos cuenta. Y de los dos, ella es la que más avanza en esta historia. Además, de la mano de Leslie nos viene la habitual «reflexión psicológica» que nos suele insertar la autora en todas sus novelas.
Leslie se ha pasado sus ocho años de matrimonio siendo eclipsada por su marido. Es la típica mujer que vive con una adoración constante hacia su marido y hace todo —y sacrifica todo— por él. Así que la novela empieza con una mujer que ha vivido por y para su exmarido que de pronto la dejó por otra. Leslie tiene una falta de confianza en sí misma que irá superando poco a poco con la ayuda de Conner. Por eso comentaba que es la que más avanza en esa historia a nivel emocional, pues aparece en el pueblo con la pretensión de alejarse de su exmarido y lamerse las heridas, mientras que acaba encontrándose a sí misma allí.
Conner, en cambio, sufre una evolución en cuanto a modo de vida. El tema de convertirse en un testigo protegido no cambia nada en su persona. Es una persona entregada a su familia, honesto y trabajador. Pero en la vida que deja atrás, se podría decir que no «vivía» la vida. Trabajaba en el negocio familiar y cuidaba de su hermana viuda y sus sobrinos. Tuvo un matrimonio fugaz con una mujer que resultó ser adicta al sexo, algo que lo único que hizo fue hacerle un agujero económico con el divorcio. Cualquiera habría dicho que podría haber traído un poco de trauma por esto, pero lo mismo podría haber sido adicta al sexo, que fumadora empedernida. En la historia se pasa de puntillas por aquí. Otra vía desaprovechada. Así que el mayor cambio que sufre Conner es en su modo de vida. Empieza a ver que debería tener más tiempo para él mismo y para su pareja; dedicarse a vivir más y no trabajar dieciséis horas diarias. Pero sigue siendo el mismo hombre bueno, honesto y trabajador (pero con un horario más racional).
En términos generales, es un libro bonito que a las seguidoras de esta saga les gustará; una novela en la que seguimos viendo cómo evoluciona el pueblo y todos sus integrantes, pero que siento que en parte se ha desaprovechado. Podría haber tenido más «emoción», por decirlo de alguna manera, pues base para ello sí tenía. Es le pega que le veo.