¿Qué es lo peor que te puede pasar en el altar?... Pues eso mismo le pasó a Zoe. Resentida con el mundo, huye de la lluviosa Liverpool hacia Boston, donde, aún con jet-lag, consigue trabajo como niñera para el temperamental, difícil e irresistiblemente atractivo Ryan, padre de dos niños... "encantadores". Aún así, pronto descubrirá que es difícil escapar del pasado, por muy lejos que huyas.

¿Un adjetivo para describir esta novela? Divertida. Sin duda sería esa palabra la que la define, aunque también es romántica, tierna, emocionante y emotiva... pero sobre todo es divertida. En este libro he encontrado sonrisas, lágrimas y carcajadas. Puede que la historia sea en cierta manera predecible pero la magia está en el hilarante y, a veces, surrealista desarrollo, está contada con tanta gracia y sentido del humor que se desfruta totalmente.

Zoe es un personaje encantador. Su novio la ha plantado en el mismo altar con el vestido de novia puesto y los invitados en la iglesia, y al no poder soportar las miradas y los comentarios de la gente y el dolor de la traición decide poner tierra de por medio y marcharse a Estados Unidos. Su llegada a Boston está llena de contratiempos y momentos surrealistas que la hacen querer que se la trague la tierra. Zoe es una chica joven y divertida que intenta darle un aire de glamour a su presencia pero a veces es propensa a la torpeza de un modo entrañable y en cualquier descuido se mete en un lío sin proponérselo.

Se suponía que Zoe iba a cuidar de los hijos de la señorita R. Miller, un pequeño error de cálculos, porque acaba trabajando para el rubio, alto, fuerte y sexy Ryan Miller, pero ese hombre también es irritante, grosero y malhumorado. Ryan es todo un misterio que saca de quicio a Zoe con su comportamiento.

Desde que Zoe aparece pone patas arriba el mundo descontrolado y autodestructivo de Ryan, discuten siempre que están en la misma habitación y no se soportan... pero hay algo en el ambiente. Aunque Zoe encuentra a Ryan increíblemente sexy, es imposible que haya algo entre ellos porque ella sigue enamorada de su ex novio y Ryan solo se dedica a tener aventuras, por no mencionar que los hombres como Ryan no se fijan en mujeres como Zoe.

Los protagonistas me han gustado mucho, es como si tuvieran vida propia, los dos tienen un pasado que superar y no parecen tener nada en común, pero en algún momento Zoe deja de comparar a todos los hombres con su ex novio para comparar a cualquier hombre con Ryan. Al principio Ryan es todo un misterio y bastante capullo con la gente pero detrás de esa máscara se esconde un hombre maravilloso.

Los niños son un amor, la despierta Ruby y el dulce Samuel le roban el corazón a Zoe y a cualquiera aunque a veces se muestren tan dóciles como leones, pero entre ellos y Zoe se establece un vínculo de lo más tierno y conmovedor.

Zoe se hace amiga de otras niñeras británicas que también trabajan en América y hay dos historias de amor secundarias que se conocen solo por encima pero son muy tiernas. En especial se hace amiga de Trudie, una chica con una gran energía que será un gran apoyo para ella.

El libro está lleno de momentos memorables que te hacen reír y que no voy a desvelar pero puedo decir que solo con pensar en las escenas de la cena de etiqueta o la fiesta de disfraces ya me río yo sola, aunque hay muchos otros momentos así. También los hay que te hacen saltar las lágrimas y que son muy emotivos. Y, por supuesto, momentos llenos de romanticismo de los que hacen estallar fuegos artificiales.

El final era evidente cuál iba a ser porque de alguna manera era el más lógico y el único posible, cualquier otro me hubiera parecido impensable, pero lo que no sabía era cómo se iba a llegar hasta ese punto. Es un final precioso y muy romántico, hasta se me han saltado las lágrimas.

Es un libro que me ha gustado mucho, tanto que me ha dado pena terminarlo, me encantaría ver como sigue la historia después del libro y saber qué pasa con unos personajes llenos de vida que me han conmovido, tanto Zoe y Ryan como Ruby y Samuel. Es una novela que me ha hecho reír y llorar, que es una inyección de optimismo y que he disfrutado inmensamente.